Holocausto, la tica que no olvida y la historia que no muere
Hace unos días la historia nos recordó una fecha muy importante, el Día internacional de conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto. En El Guardián nos pareció interesante este tema y nos dimos a la tarea de buscar a una persona sobreviviente que nos contara su experiencia o la de su familia.
El Holocausto es la persecución y aniquilación sistemática, auspiciada por el estado, de los judíos europeos por parte de la Alemania nazi y de sus colaboradores entre 1933 y 1945. Los judíos fueron las víctimas principales (seis millones fueron asesinados).
También gitanos, las personas con discapacidades físicas y mentales y los polacos fueron blanco de la destrucción y de la matanza por ser de determinada raza étnica o nacionalidad. Otros tantos millones de personas, entre ellos, homosexuales, testigos de Jehová, prisioneros de guerra soviéticos y disidentes políticos también fueron víctimas de opresión y muerte en la Alemania nazi.
“La palabra holocausto proviene del griego antiguo: olos, que significa “todo” y kaustos o kautos, que significa “quemado”. Este término, que ya se utilizaba en el siglo cinco antes de nuestra era, puede referirse a una ofrenda ofrecida en sacrificio y consumida totalmente por el fuego, o a una gran destrucción de la vida, especialmente con fuego”.
Muchos judíos de la Europa Occidental, fueron asesinados en las cámaras de gas ubicadas en los campos de exterminio en Polonia. Pero no todos murieron de ese modo: otros murieron de hambre, o por distintas enfermedades, o asesinados por pelotones de fusilamiento o exhaustos por el trabajo esclavo.
Nuestra entrevistada se llama Rebeca Grynspan Flikier, ella es psicopedagoga, tiene dos hijos uno de ellos es autista. Sus padres de grata memoria fueron Rosa Flikier Gotlieb y Samuel Grynspan Burstyin, ambos de nacionalidad polaca.
Esta es su historia
“Lo que yo te voy a contar es una versión digerida, la palabra y la literatura lo que hacen es que digieren una realidad. La realidad misma es demasiado cruda, para poder contarla y la única manera de poder comprenderla es en aquellas personas que lo han vivido”, dice doña Rebeca al contar esta triste parte que empañó la historia del mundo hace más de 80 años y la de su familia.
“Yo como sobreviviente de mis padres y mis abuelos del Holocausto puedo dar esa versión digerida como sobrevivientes. Puedo contar la vida antes del holocausto, la vida de mis abuelos. Ellos tenían una hostería, un hostal. Era muy común en Polonia engordar en primavera y en otoño, porque el invierno era sumamente crudo, y la gente rica iba a esos hostales a engordarse, a comer mucho y pasarla bonito, porque el frío era tan grande, tan pesado y las labores manuales eran tan comunes, que perdían peso en ese periodo de nevadas”.
Cuenta doña Rebeca que su abuela la madre de su padre, era una mujer muy impetuosa, le gustaba trabajar, era la matriarca, se podría decir una mujer muy valiente. Mi abuelo tenía un problema de narcolepsia, porque en todo lado se quedaba dormido”.
Por parte del padre, es decir por parte de su abuela paterna, los familiares eran rabinos y cantores rabinos. Nos contó una famosa anécdota que hay entre su familia para recordar esos tiempos en que la despiadada II Guerra Mundial no había llegado.
“Mi papá me contaba de cuando era chiquitillo, los viernes en la noche hacían el Shabat (ritual de descanso semanal de los creyentes del judaísmo), y un día él se quedó, no lo llevaron a la sinagoga, y estaba como loco por comerse un pedazo del pato que habían cocinado, y pudo más el hambre y el antojo, que la orden. Va y se come la pata. Cuando llegan, mi abuela dice: ¿quién se comió la pata de la pata”. ¿Fuiste vos Samuel?” Era un carajillo dice doña Rebeca refiriéndose a su padre. “No, yo no fui dice mi papá. Es que usted es el único que estaba aquí. Vos tuviste que haber sido. No, es que esa pata nació con una sola pata, por eso está así”.
“Al día siguiente, mi abuelo que era cantor de la Sinagoga, lo llevó y ve a un pato; seguro por el frío estaba parado en una sola pata, y le dice: !Ves abuelo ese pato que nos comimos ayer, es igual a ese pato que está allí! Estaba en una sola pata. Entonces el abuelo agarró una piedra y se la tiró, y el pato salió corriendo. Entonces esa era la vida de esa Polonia antes de la guerra, sencilla y tranquila». Doña Rebeca ríe mucho recordando ese momento.
Explica ella que los judíos se les prohibía estudiar, después de cierto nivel no podían tener profesiones en Polonia.
Así también, existía la creencia del deicidio que es “la culpa del judío que mató a Cristo. O la culpa del judío que mató a Dios. Esa creencia fue implantada pues ningún concilio ni siquiera lo escribe. Fue una versión popular, asumida como una verdad absoluta, y que luego en el Nostra di tate es cuando el Vaticano pide perdón por todos los crímenes contra los judíos».
Familia con afinado oído musical
Nos cuenta que su madre pertenecía a una familia de artistas y músicos famosos; tal es el caso de Wladislaw Szpilman, pianista sobreviviente del holocausto del cual se hizo la película,“El Pianista”, «él era primo de mami, yo todavía tengo contacto con un hijo de él. Mami tuvo cierta comunicación con Wladislaw después de la guerra». Cómo dato curioso esta Película de El Pianista estuvo dirigida por Román Polanski y el protagonista fue Adrien Brody que gana el Oscar como mejor actor en el 2002.
“Otro de los famosos artistas fue Abraham Baigelman que es el primer violinista de la Orquesta Nacional de Costa Rica, era primo de mami. Artistas famosos todos. Yo heredé el oído absoluto de la música. Así que toco el piano”. En su casa hay un hermoso piano y nos tocó una dulce melodía después de la entrevista. Dice que sus hijos también heredaron eso de su familia, la de su madre.
La madre de doña Rebeca era de una ciudad que se llamaba Ostrovca Ostreviek, una ciudad más rural, era un pueblito. “Mi abuelo paterno decía que cuando llegó el Boeing 747, decía ¡Ay mirá, así era mi pueblo; en la punta estaba la iglesia y en la cola la sinagoga! Ósea era cosita chiquitita.
¿Qué pasó cuando los vientos de guerra empezaron a soplar?
Cuando los vientos de guerra empezaron a sentirse, mi bisabuela materna le dijo a mi abuela materna que ella debía salir. En ese entonces solo estaba mi mamá y mi tía. Mi tío Jorge Flikier no había nacido. El esposo de mi abuela llegó a Colombia, tuvo problemas terribles con el clima y llegó hasta Costa Rica y las mandó a traer.
Y la abuelita de mi mamá, mi bisabuela no quiso salir por que decía que tenía que cuidar las cosas para cuando ellos volvieran. Lo interesante de eso es que, a mi mamá, mi tía y mi abuelita, les dieron un documento de emigración, en el cual ellos podían salir más no podían volver a entrar a Polonia. Entonces a Colombia no pudieron regresar. Y ya estaban instaladas las leyes de Nuremberg.
¿Qué son las leyes de Nuremberg?
Nos cuenta doña Rebeca que “Las leyes de Nuremberg se refieren a asumir la pureza de sangre y la impureza de sangre. Entonces las leyes de Nuremberg decían que una persona podía ser 100% judía, 50% por ciento no judía, un cuarto por ciento, hasta la tercera generación tenía sangre sucia».
Y esas leyes sirvieron para toda la fundamentación de lo que es el Holocausto y las leyes tan horribles que le quitaron el poder de ciudadanía y el derecho de ser ciudadano de acuerdo con la misma revolución francesa que lo imponía. En ese momento no estaba la ONU como la consideramos ahora. Estaba la liga de las Naciones.
A mi abuelita la mataron y a toda la familia de mi mamá. Con excepciones como Wladislaw Szpilman, como al señor Abraham Baigelman, después de que mataron a su esposa y todas sus hijas, el logra rehacer su vida con una señora que se llamó Raquel. Nunca más tuvieron hijos eran señores ya mayores. Pero casi todos fueron inmolados en el holocausto en cámaras de gas.
¿Cómo eran esos campos de concentración?
A mi papá le dieron una hora para dejar las casas. Fue en el momento que los alemanes llegaron a Polonia. Fue un ejército de caballería contra aviones y tanques de guerra. Así era la inecualidad. A ellos les dieron una hora para salir y se fueron con unos vecinos que era la familia Yercovich.
Mi papá me contaba que al abuelito de ellos uno de los nazis para dejarlos pasar a la frontera con Alemania lo enterraron vivo, entonces él para no morir asfixiado puso la mano, estira la mano hacia arriba con el puño, mientras lo enterraban, y ese hueco que hizo con el puño fue lo que lo dejó respirar.
“En la noche y madrugada, cuando ya no había vigilancia, los nietos lo desenterraron y lo sacaron. Entonces mi papá vivió la guerra de esa Rusia comunista que empezó porque estaba en contra de los alemanes. A mi tío, no sé porque a Manuel Grynspan el papá de Rebeca Grynspan la que fue vicepresidenta de la República en la Administración Figueres Olsen” (Actual Secretaria General Iberoamericana).
«En el caso de don Manuel robó algo de comer para darle a su abuelo, estaba enfermo con disentería, lo mandaron a Siberia, y él se hinchó de hambre. Así eran las cosas de esta parte de la historia”. Indicó Grynspan.
«Yo te puedo contar de lo que sé. Por ejemplo, de gente que ha sobrevivido en los campos de concentración y los campos de exterminio. En los cuales no solo había judíos, gitanos, comunistas, testigos de jehová. En su mayoría eran judíos porque los campos de exterminio fueron enfocados para el judaísmo. Para un exterminio total del judaísmo».
Cuenta que a estas personas «les daban un aproximado de 300 calorías al día. No había agua potable, porque se trataba de que el exterminio fuera un asunto de lo más rápido posible. Les daban un tarrito mal hecho de aluminio, y lógicamente por la diarrea, la disentería, la difteria, enfermedades de transmisión bacteriana eran el pan de cada día, así morían».
Una de las torturas más grandes era que a ciertas horas del día para ir a los baños, que eran abiertas, los soldados nazis veían caminar apurados a las personas prisioneras, entonces los obligaban a pararse y ellos tenían que defecarse encima de ellos mismos. No les daba tiempo. A veces tenían que utilizar la misma ollita para poner la sopa, para poder defecar.
Es decir, la situación de esos campos de concentración, tenían la finalidad de deshumanizar al ser humano hasta sus últimas consecuencias. Empezando porque les quitaban su nombre y les ponían un número. Entonces se dejaban de llamar José, Elieth, Juan, Carlos, y se llamaban el #14120.
Otra de las torturas a los cuales ellos eran sometidos fue levantarlos a las 5 de la mañana, en esos fríos, en esas nevadas, y obligarlos durante 7 o 10 horas, a ponerse un sombrero y quíteselo, póngase el sombrero, quíteselo, hasta que muchos colapsaban y los fusilaban. Otras cosas que se daban eran con las mujeres más bonitas de los centros de concentración, muchas eran sacadas y utilizadas como prostitutas de los nazis.
Otras historias de horror
Hay una historia de Simón Wiesenthal que se llama “Holocausto y una historia de amor”, es una historia de la vida real. Simón que fue un arquitecto sobreviviente del holocausto, el decidió formar un centro de investigación no para vengarse, si no para pedir justicia, para que los nazis fueran enjuiciados.
Indica que “Se encontró con la dirección de una mujer de haber sido una prostituta obligada, de un nazi que estaba siendo perseguido. Trabajaba en un lugar, de una automotriz muy famosa. Él llega y toca una puerta, quien le abre es un muchacho, completamente ario, y cuando lo vio se quedó asustado, porque era ver la fotocopia del nazi”.
Entonces le pregunta por la mamá, y le dice <<mi mamá no está, anda trabajando>>. Le pregunta por el papá y le dice <<mi papá murió durante la guerra. Mi mamá quedó embarazada y mi papá murió durante la guerra, entonces soy huérfano de padre>>. Resulta que ese embarazo había sido del nazi. El nazi al final la salva y ella tiene a su hijo. Pero el chiquito nunca se da cuenta de que él es hijo de un nazi.
Cuando él logra contactar a la madre, la madre le suplica que por favor (hay silencio, los ojos de Rebeca se llenan de lágrimas, vuelve a hablar y continúa diciendo con la voz entrecortada) <<que no le diga y no exponga el caso por que sería matar a su hijo>>.
Los sobrevivientes del holocausto, que hayan vivido en campos de concentración y de exterminio como en Auschwitz, son casos muy tristes. Por ejemplo, «tenemos el caso de una amiga de mi suegra, de mi finado marido que se llamaba Ilonka, ella era rumana. Ella comentaba que era mujer muy hermosa. Fue víctima de Mengele, a ella le hicieron radioterapia, le ponían rayos X quince minutos en el vientre»,
Mi tía Ilana que en paz descanse, a ella sus padres fueron asesinados, ella vivió en un convento, quedó huérfana de padre y madre, llevó esa carencia para toda la vida. Después de la guerra la mandaron para Israel, luego se casó con Jacobo hermano de mi papá. Tuvo 4 hijas, una mujer muy hermosa, muy valiente.
Otro ejemplo que cuenta ella es que algunas personas le contaban que «estando en el Ghetto, le decía uno de esos pedófilos nazis que estaban ahí rondando a unos familiares que tenían varios hijos. ¿Usted quiere una hogaza de pan para que sus hijos no mueran hoy? Sí. Deme ese chiquito, ahorita se lo devuelvo, era para violarlo».
Con una voz de lamento Rebeca Grynspan dice: «Lo que yo diga no se puede ajustar a la realidad, está permeada por la palabra, no hay palabra suficiente que pueda relatar el horror».
La medicina nazi ha sido y sigue siendo una de las más avanzadas. Sin embargo, fue utilizada para los experimentos nazis. ¿Qué hacían cuando había una mujer embarazada? La alimentaban bien, la trataban bien y al momento del parto, le ataban las piernas para que no pudiera parir, las contracciones eran cada vez más fuertes hasta que le estallaba el útero, ese fue uno de los experimentos para poder estudiar las contracciones uterinas. Por eso digo no existe ninguna palabra que retracte el horror.
Hombres violados, una y otra vez y el estigma de la violación no se cuenta, porque es demasiado doloroso, era una tortura, y tampoco fue considerado como un crimen de la humanidad en su momento.
¿Qué pasó con la justicia para condenar a los nazis?
Ahora que pasa con la justicia y con los juicios Nuremberg. Perfecto. Es solo la punta del Iceberg. ¿Qué pasó con todas aquellas personas que antes fueron nuestros vecinos, que comían y compartían la Jalá y Challah con nosotros y de un día para otro nos vendieron por una hogaza de pan? Por un kilo de azúcar. ¿Qué pasó con esa gente?
En tono de enojo o quizás indignación dice doña Rebeca y cuestiona “Qué pasó con aquellas personas aliadas al nazismo, les decían a los soldados nazis, aquí está una casa. Aquí hay otra casa. Y aprovechaban para luego saquearlas. Saquear lo que antes fueron hogares judíos. A dónde está ese juicio de esas personas.
Porque yo no creo en el juicio divino. Yo creo en el juicio de aquí y ahora. Se escuchan de fondo unos pájaros que a través de las palabras de doña Rebeca con su canto parecían acompañar y consolar con su trinar una historia ya de por sí difícil de contar.
¿Que pasó con aquellos nazis que fueron aceptados, resguardados, en Argentina, Paraguay en Brasil, a dónde está esa justicia internacional? Esa generación ya murió. ¿Ya no los podemos juzgar, a quien vamos a juzgar, a los hijos? Y muchos de los hijos de estos nazis han pedido perdón por los crímenes, empezando por el hijo del Dr. Josef Mengele, que lleva el estigma de su apellido y que nunca supo que era su papá. Le decía que era el tío.
Dice doña Rebeca que la gente cree que Hitler fue malo, porque tenía hambre y él veía a la gente comer de esas cosas…Solo un 20% a 22% de la gente era rica, todos los demás estaban en nivel medio bajo o línea de pobreza. Todo lo que el puso en su lucha era mentira, “yo tengo varios libros que documentan las barrabasadas de ese animal. Un Goebbels tenía un doctorado en una universidad, no estamos hablando de gente ignorante, estamos hablando de gente muy preparada. ¡Eso es lo peor. Era la maldad absoluta!”.
¿Cómo se salvaron sus papás de esa terrible guerra?
Mis papás formaron sus vidas aquí en Costa Rica, se casaron y nacimos nosotros que somos la primera generación, un país que nos vio nacer, nos dio educación, libertad, formación académica, trabajo.
Mi mamá llegó justo unos meses antes de la guerra en 1938 a Costa Rica. Mi papá vivió en Rusia. Cuando terminó la guerra fueron a buscar sus casas y de camino les dijeron que ni siquiera se acercaran, porque los mismos polacos que ya habían ocupado esas casas estaban matando a los judíos que llegaban a reclamar las propiedades. De allí fueron a Francia, trataron de quedarse en Francia, no podían. Pidieron una cuota para Estados Unidos, no se las dieron, hasta que llegaron a Costa Rica.
Ahora, qué pasó con la liberación, con aquellos esqueletos vivientes cuando se abrieron los campos de concentración y que andaban con solo una vestimenta y tocaban las puertas de las casas y se las cerraban.
Qué pasó con el New York Times en su momento, que por ser políticamente correctos no divulgaron sobre las atrocidades que estaban pasando y lo sabían, es una deuda histórica que tiene el periodismo. Empezando porque puso a Adolfo Hitler como el Ciudadano del año en una portada.
Las personas que lograron salir vivas eran personas llenas de salud, con sueños. Porque llegaron a ese estado, quedar en huesitos, ellos y ellas tenían músculos, tenían una vida por delante, que les fue despojado, arrebatada, tenían su alimentación, sus rutinas de vida, su trabajo, sus propiedades, su calidad de salud. Tristemente les fue despojada su integridad, hasta convertirlos en eso. Porque nosotros solo vimos la última parte, los huesitos.
Termina diciendo que “Hay un aspecto de formación y educación en Costa Rica que se debe reforzar. A mi se me para la peluca cuando me hablan de estos temas, dicen que el Holocausto nunca pasó, que es un mito urbano. Hay gente que lo cree».
«O que me digan que fue el pecado divino porque los judíos mataron a Cristo, a estas alturas cuando el Vaticano pidió perdón. Me preocupa que uno hable de esto e inmediatamente sale el Conflicto Palestino. Es que ustedes son unos genocidas. Es que ustedes todavía ocupan Gaza, pero Gaza ya se devolvió en el 2007, Palestina eran todos durante el mandato de los británicos. Hay un problema de cultura, de educación y formación histórica»