¿Me resisto a los cambios?

(Por MSc. Jacqueline Pérez Navarro, para El Guardian) – Sabemos que la vida es dinámica. Lo que ayer era, hoy no es. Lo que hoy no está, mañana sí.

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Según la Real Academia Española (RAE), cambiar significa “desprenderse de una cosa y recibir o tomar otra en su lugar”, eso pasa a nivel individual a cada persona cuando cambia, y ocurre en diversas facetas de la vida; nivel personal, como sentimental, profesional e incluso en las relaciones con familiares y amigos.

Mientras que para muchos los cambios son acogidos con felicidad, como puede ser un ascenso o ganar la lotería, existen cambios que solo pasan de la noche a la mañana, o llegan de poco a poco, pero de igual manera no aportan alegría. Por más estable se sea a la vida de alguien, siempre tendrá transformaciones.

Causas que influyen en la resistencia al cambio.

Algunas personas son más resistentes al cambio mientras que otras son más abiertas, independientemente de las características de personalidad, existen otras causas de la resistencia al cambio. Se trata de situaciones o miedos comunes que se pueden experimentar:

  • Temor a perder el control: Ante situaciones nuevas para las cuales no se está preparado y no hay puntos de orientación, el sentido de la autodeterminación y autonomía se resquebrajan y la perspectiva de perder el control atemoriza. Esa sensación es poco agradable, por lo que aferrarse a lo conocido es la primera opción y lo seguro.
  • Exceso de incertidumbre: Cuando no se sabe que va a pasar, es comprensible aferrarse a donde a lo conocido, es un lugar que puede dar confort, pero no necesariamente da felicidad. A veces se aplica el refrán de “más vale viejo conocido que nuevo por conocer”. En estos casos, debemos recordar que la incertidumbre, aunque sea difícil de gestionar, no es el enemigo.
  • Las sorpresas: Toda persona necesita un poco de tiempo para acostumbrarse a algunas ideas o afrontar ciertas circunstancias, incluso las más positivas. No obstante, la resistencia al cambio suele atenuarse a medida que se va procesando lo ocurrido.
  • Cambios muy diferentes: Las rutinas se automatizan y brinda cierta seguridad en el día a día, por lo que los cambios demasiados radicales suelen desestabilizar. Los grandes cambios pueden representar una gran oportunidad para replantear muchas cosas de la vida, que de otra manera habría seguido en piloto automático.
  • Miedo a las consecuencias: “Los cambios suelen ser como una piedra que cae en un estanque. Comienzan con una onda pequeña pero esas ondas se van replicando y agrandando hasta alcanzar dimensiones insospechadas”. Cuando se realizan cambios fuertes en la vida, pueden preocupar las repercusiones que tendrán para sí mismo, para la familia, entorno laborar y demás. A veces, ese miedo encadena, aunque se es consciente que el cambio es la mejor solución. Por lo cual, lo mejor es intentar minimizar el impacto de esas repercusiones.
  • Historias pasadas: El cambio puede reabrir viejas heridas, activar resentimientos históricos o recordar antiguos fracasos. Por lo cual es importante sanar el pasado antes de navegar hacia el futuro. Tener tiempo para sanar, de esta forma se podrá acoger el cambio con serenidad y alegría.
  • Cansancio: Hay etapas en la vida en la que se está tan saturado que cualquier cambio, por pequeño que sea, se convierte en la gota que derrama el vaso. Hay situaciones de gran estrés o de incertidumbre en las cuales simplemente no se puede lidiar con más cambios porque los recursos psicológicos no dan abasto. Esa resistencia al cambio solo está poniendo de manifiesto que hay cosas que se tienen que solucionar.
  • Amenaza real. También hay casos donde la amenaza, es el dolor que puede generar el cambio. De hecho, la mayoría de los cambios importantes en la vida implican un cambio de dirección en el que se tiene que renunciar a algo o dejar a alguien detrás. En situaciones de gran incertidumbre o en aquellas que se toman decisiones importantes, la posibilidad de equivocarnos es como una sombra amenazante. Eso genera un temor comprensible que causa la resistencia al cambio.
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Asimismo recordar que cada decisión siempre implica una renuncia, de manera que solo se trata de tener claras nuestras prioridades y metas en la vida.

Clave para superar la resistencia al cambio.

Estudios realizados en este campo indican que los argumentos racionales no son suficientes para superar la resistencia al cambio. Se pueden tener las mejores razones del mundo para cambiar, o para aceptar un cambio, pero estas no se convierten automáticamente en motivaciones. Para  eso se necesita un paso más.

Lo aconsejable es construir la visión de lo que se va a encontrar después de concretarse el cambio. Visualizar lo que se va a obtener y también lo que dejaría de obtenerse si no se adelanta el proceso, es decir, proyectar hacia el futuro.

Además, en los cambios hay un componente emocional de identidad muy importante, el cual se tiene que respetar e incluir en el proceso preguntas como ¿quién soy? ¿qué tiene que ver esta opción o situación conmigo? ¿en quién me convierte?. La identidad personal es una pieza fundamental en la toma de decisiones y por tanto de la decisión y la acción para el cambio, para decidir o aceptar el cambio que está pasando, el que viene o el que se está buscando.

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“Un pequeño cambio hoy te lleva a un futuro radicalmente diferente”. Richard Bach.

 

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