Languidez pandémica; sensación de estancamiento y vacío
Artículo de Orientación profesional
(Por MSc. Jackeline Pérez Navarro, para El Guardián). Desmotivación, falta de energía y una sensación de estancamiento es lo que se llama «languidez pandémica». La llegada de la COVID-19 hizo que muchas personas cambiarán sus rutinas diarias.
El desempleo, el teletrabajo, el distanciamiento social, las cuarentenas, las cifras de personas fallecidas y nuevos casos diarios, ha hecho que la forma de vivir y de relacionarnos con otros haya cambiado. Lo anterior descrito, afectó para que el estado de ánimo también cambiara.
Dada la situación actual las personas podrían estar desencadenando un estado emocional cercano a la desmotivación.
Languidez pandémica
La languidez es una sensación de estancamiento y vacío. Se siente como si se estuviera viendo los días a través de un parabrisas empañado, arrastrándose para pasar la vida.
Es decir, no se tiene entusiasmo. No se está tan asustado por la pandemia, ni con tanta ansiedad, pero sí con poca vitalidad para las diferentes actividades diarias. También se puede sentir un bienestar incompleto, pero sin tener depresión.
El término fue acuñado por el sociólogo Corey Keyes, a quien le llamó la atención que muchas personas que no estaban deprimidas tampoco prosperaban. Su investigación sugiere que las personas con más probabilidades de padecer depresión grave y trastornos de ansiedad en la próxima década, serán las personas que languidecen ahora mismo.
Parte del peligro radica en que no se nota el descenso del placer o la disminución del impulso. No se es consciente en que se está cayendo lentamente hacia la soledad; se es indiferente. Cuando no se puede ver el propio sufrimiento, no se busca ayuda ni se hace mucho para ayudarse a si mismo.
El psicólogo estadounidense Adam Grant publicó recientemente una columna en el New York Times donde indico “la emoción predominante de 2021 es languidecer”. Es que cada persona responde, y va a responder, a los estímulos desde sus recursos personales. Hay quienes ante altos niveles de estrés responden con mucha resiliencia, hay otros que se ven desbordados y colapsan, cada persona es diferente.
¿Qué hacer si sentimos estancamiento y vacío?
Hay hábitos y prácticas que se pueden incorporar para alimentar el bienestar personal. Es verdad que es un tiempo de incertidumbre, pero aún así hay cosas que se logran controlar.
Comprender que el comportamiento está cambiando y el resultado no es favorable, y que podría empeorar.
Es clave destinarle un tiempo específico a los temas de trabajo y respetar los horarios.
Mantener acciones que fortalezcan los vínculos familiares y sociales, a pesar de las limitaciones que se tienen. La comunicación con las personas importantes, una llamada o un mensaje puede elevar el estado de ánimo.
Realizar un cronograma con las actividades diarias en el que se programen tanto actividades laborales como actividades de recreación. El hacer ejercicio, pintar, leer un libro, cocinar alguna receta especial, ver alguna película o serie y demás.
También la ayuda profesional: Cuidar más la salud mental, ya que el “no estar deprimido” no significa que no se estén teniendo problemas. “No estar exhausto” no significa que se esté animado.
Iniciar con objetivos pequeños: Iniciar con pequeña victorias, como por ejemplo el averiguar el villano de la historia de la película del domingo por la tarde o la alegría de completar una sopa de letras.
Uno de los caminos más claros para salir de la languidez son las dificultades manejables: un reto que ponga a prueba sus habilidades y aumente su determinación: un proyecto interesante para la casa o el jardín, un objetivo que valga la pena, una conversación significativa.
Cabe señalar que, además del contexto en el cual se esta indicando, la languidez también se puede observar en personas que carecen de propósitos en la vida o que aún no se sienten realizados en ella.