Claudio Alpízar: Tarea de todos: Levantar la voz y el puño por las mujeres

(Por Claudio Alpízar Otoya, Politólogo) –  Desde el día que nací, desde que saque la cabeza del vientre de una mujer extraordinaria, mi vida familiar ha girado alrededor de ellas, esa suerte he tenido. Me tocó desde niño desarrollarme junto a mi abuela, mi madre, una tía y una prima, aprendí a respetar y admirar a todas las mujeres que se esfuerzan como jefas de hogar para sacar adelante a sus seres queridos. Posteriormente me casaría con una gran mujer y Dios me colmó solo de hijas, una completa bendición.

Aprendí mucho de ellas, viendo su esfuerzo reconocí la injusticia de llamar patria y no “matria” a la nación cuando ellas han aportado muchísimo en el desarrollo de la sociedad, tal vez más que los hombres -que los patriarcas- pero en infinidad de ocasiones lo han hecho en el silencio y el anonimato. En mi vida profesional he coincidido en labores de toda índole con mujeres muy comprometidas y exigentes con los resultados de sus acciones, las que realizan sin dejar de lado sus funciones en el hogar.

Estando en la escuela, cuando ya tenía un poquito más de conciencia, recuerdo el impacto que provocó en Costa Rica las descripciones del libro “El crimen de Colima: un error judicial”, del periodista Enrique Benavides (1966), en el que no solo se describía un crimen atroz de una pareja de jóvenes enamorados, sino que además planteaba todas las inconsistencias de la investigación y la justicia alrededor del caso. Hoy, si se escribieran las historias sobre esos ultrajes a las mujeres y los múltiples casos que han terminado sin esclarecerse, sin culpables, podríamos llenar una biblioteca con todos los sucesos acaecidos en nuestro país.

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¡Hoy más que indignación, tengo rabia!

El respeto a las mujeres y el espacio de igualdad que merecen en la sociedad es un tema que debe desarrollarse desde la educación temprana de nuestros hijos varones, labor que corresponden tanto al padre como a la madre, con el posterior apoyo de la educación escolar y colegial, pues aún quedan muchos vestigios de machismo en nuestra cultura. De la misma forma hemos de educar a nuestras hijas sobre sus derechos de igualdad y la equidad de las oportunidades personales y profesionales.

Los abusos que sufren desde niñas muchas mujeres, inclusive en sus propios hogares, debería también generar una legislación muchos más dura, certera y de pronto cumplimiento para, paralelamente con la educación, generar fuertes consecuencias para aquellos que acaben con la inocencia y la vida de tantas mujeres inocentes. La pedofilia es el peor de todos los delitos, si es que existe la posibilidad de hacer un ranking entre tantos abominables delitos que comenten los seres humanos.

No es posible que las mujeres no puedan circular, estudiar, trabajar y pasear con la obligada tranquilidad que han de tener para disfrutar sus vidas a plenitud. No es posible que padres, madres, esposos, hermanos y amigos tengamos que estar pendientes de la llegada de ellas sanas y salvas a sus hogares y trabajos ante la cantidad de imbéciles y energúmenos que pululan en la sociedad y que, además, cuando se dan los delitos queden impunes.

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Es un reclamo al que nos sumamos muchísimos hombres -en inmensa mayoría- en nuestro país; puesto que no es un asunto que compete solo al reclamo de las mujeres, más cuando todos hemos sido “depositados” y vivido en nuestros primeros meses en el vientre de ellas. Mujeres que con sangre, sudor y lágrimas nos han traído a este mundo.

Como sociedad madura, comprometida y amante de la paz, todos los costarricenses, de ambos sexos, debemos exigir a nuestras autoridades, medios de comunicación y a nuestra institucionalidad mayor educación en el respeto y el derecho de las mujeres a vivir sin miedo; al disfrute pleno de todas las oportunidades que merecen en cualquier actividad que desarrollan.

*Claudio Alpízar Otoya, Politólogo

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