Cataratas Nauyaca: cómo llegar más rápido al paraíso
Un viaje que una persona con limitaciones físicas puede hacerlo
Las Cataratas Nauyaca son sinónimo de belleza incomparable, pero también de habilidades técnicas que no permiten a cualquier persona llegar hasta allí, al menos sin caminar kilómetros.
Todo cambiará cuando termines de leer éste reportaje y tengas lo necesario para conocer literalmente un paraíso terrenal.
Para llegar a el nos subimos en la microbús de Biocaminatas, a cargo de Lorena Vargas, ese encanto de persona que siempre sonríe, no es una máscara, es una persona feliz.
Eran las 5:15 de la mañana del sábado 23 de enero, y nosotros los penúltimos pasajeros en abordar.
En el equipo de El Guardián iba mi mamá, Doña Sehia, con 67 años, quién comprobaría si nos habían vendido publicidad engañosa.
Sehia es una adulta mayor que casi nunca sale, acongojada por múltiples padecimientos crónicos, de diabetes para arriba.
«Me inyecté temprano para no tener congojas», nos confesó la típica mamá experta en el uso de chanclas las que no podían faltar en esta travesía.
Sí, ella iba con medias y sandalias, su look más cómodo pues la promesa era viajar prácticamente hasta el pie de las cataratas gracias al servicio de un tractor.
Pasamos a desayunar y nosotros íbamos preparados con sándwiches de mano de piedra y el sabroso pan de mantequilla del Automercado. Una de las críticas más importantes del recorrido es el pésimo servicio de comida.
Ojo esto no me lo compren porque es subjetivo, es mí cosecha y mi percepción, pero realmente he visto convertirse algo que debería ser una soda tradicional en una mala imitación de McDonald’s.
No hay cariño, solo un negocio donde el pinto es la cosa más deshonesta para representar uno de los platillos más típicos. Por eso íbamos preparados, además de la diabetes de mí mamá. Al lugar que fuimos en honor a la verdad nos trataron muy bien, pero nosotros no comimos nada.
De camino nos enamoramos de todo cuando viajábamos por el Cerro de la Muerte. Quién va a querer dormir con semejante belleza.
Amanecía y el ascenso desnudaba la belleza del recorrido que nos llevaría a una altura máxima de 3345 metros sobre el nivel del mar.
Los cerros Buenavista, Frío, Páramo (Perez Zeledón), Sákira, Sábila, Zacatales, Asunción (Paraíso), Vueltas, Estaquero, Jaboncillos, Dota y El Guarco componen el Macizo que recibió su «mote» de Cerro de Muerte por aquellos que perdieron la vida al intentar cruzar en el camino a la tierra prometida de Pérez Zeledón. Yo creía que Lo llamaban así por los accidentes de tránsito.
El chófer Carlos Salazar aprovechaba las buenas condiciones del tiempo para cumplir con el tiempo de llegada, por eso solo pudimos ver muy rápido la granizada que teñía varios tramos del camino de blanco.
Después llegó el aviso corporal. Atrás quedaba el friiito del Cerro, y lo sentimos por el calorcito de San Isidro del General.
Tomamos hacia la derecha antes de llegar al centro de Pérez Zeledón, por la desviación a La Palma, para cortar camino y enrumbarnos hacia San Salvador de Barú.
Aquí estaba el secreto, pues la entrada normal es por Dominical y «volar pata» por kilómetros hasta Nauyaca.
En cambio por la carretera de San Cristóbal se desvía por la entrada de San Salvador de Barú, tras seis kilómetros sobre una carretera de lastre se llega hasta el Parque Natural Nauyaca y de allí en el tractor. Son diez minutos de viaje.
Un rancho y la bienvenida con un vasito de fresco de macacuya para cada uno. Ya hacía bastante calor.
Cambiarse para esperar el transporte, mientras tanto escuchar los comentarios de como el lugar estuvo feo debido a los cierres por la pandemia y las restricciones.
Edison Cerdas nos explicó qué íbamos a experimentar en Nauyaca, que por cierto en el lenguaje indígena significa Serpiente. La nauyaca es una serpiente de las selvas subtropicales de Centroamérica extremadamente peligrosa y cuyo aparato respiratorio consta de 4 fosas; de ahí su nombre. Nahui (cuatro) y Yácatl (nariz), ambas de origen náhuatl.
Ademar Chacón era el experimentado tractorista a cargo de viajar una y otra vez hasta la entrada de las Cataratas.
Su habilidad nos permitió recorrer el camino sin tanto brinco. Cuatro kilómetros ahorrados para un solo trayecto de 800 metros.
Allí comenzó a valer la promesa de acceso general sin mayor límite que el mental. Doña Sehía tomó el palo cual Moisés y pasito a pasito comenzó el descenso por un camino que incluye desde lastre hasta gradas con pasamanos de madera para sujetarse.
Ella fue la última en descender muy bien acompañada para evitar algún inconveniente.
Diez minutos más tarde, el ruido del agua se volvió más fuerte conforme bajábamos por las gradas. De pronto una división para escoger entre Nauyaca 1 o descender para Nauyaca 2.
La mayoría tomó hacia la uno, donde nacía la catarata con una caída de 50 metros y una casita de piedra debajo de una enorme piedra.
El rocío alcanzaba todo el área y las piedras advertían peligro para caminar por ellas sin experiencia o habilidades naturales.
Nosotros bajamos a la número Dos hasta un playón y un pequeño ascenso para atravesar una puerta improsivada que sirve de marco a la belleza natural de la Catarata.
Es difícil expresar el sentimiento de ver aquello por primera vez y no voy hacer spoilers, tienen que vivirlo. A la entrada Ignacio Venegas nos da la bienvenida y lo identificamos como el guardavidas.
Hay un gentío más adelante, y allí olvídese de protocolos porque no los habrá si sos celoso de la prevención.
Camino entre las piedras para grabar más del paraíso de color turquesa que se forma con la caída de la segunda catarata. Es una poza honda de seis metros de profundidad donde unas cinco personas nadan alegres.
Más abajo, la corriente forma pozas más pequeñas, y un spa natural donde obliga tener buen equilibrio para soportar lo resbaloso de las piedras más la fuerza del agua.
Doña Sehía se metió a una poza pequeña donde compartió con peces pequeños el hábitat. La escucho sonreír como cualquier niña, era la felicidad encarnada. Está comprobado, el lugar es acceso difícil, pero no imposible.
El sol brillaba sabroso, y un grupo de güilas saltaba de una piedra a una poza animados por su papá. Advertidos de caer exactamente antes de una piedra de gran tamaño.
Arriba en la poza profunda, una pareja de extranjeros nadaban gozosos cuando les pedí su criterio. Eran de Noruega, o algo así les entendí, y por primera vez en Costa Rica. Alegres aseguraban estar fascinados con el país. Excelentes noticias en tiempos de pandemia. Ella se consume y al regresar su parte de arriba se corre, mi reacción natural es voltear la mirada, como corresponde a un caballero, mientras de lo más normal ella se lo sube. Les tomó una foto y recuerdo perfecto de que lo peor quedó atrás para la industria del turismo nacional.
Lorena vigilaba al grupo, pero por primera vez en mucho tiempo la vi disfrutar aquel lugar encantado.
Michael y Marisol, dos compañeros de viaje, tomaron fotos lindísimas de la belleza escénica, y mientras Íngrid , la esposa de Michael, tomaba el sol, su marido se transformó en un delfín.
Pasaron dos horas y llegó el momento de regresar al Centro del Parque Natural donde nos esperaba un plato de arroz con pollo, unos fríjoles fritos en el aceite donde cocinaron cebolla caramelizada, mmmmm, y ensalada con fresco de cas.
De camino, un canadiense se subió al tractor para vendernos brownie y una bebida espirituosa. Dice que con eso la pulsea para mantener a su familia, sin ser una carga para el Estado. Tenía de aquellos especiales a mil quinientos, preferí el chocolate.
Espero hallan llegado hasta estás líneas para invitarlos a ver el reportaje audiovisual completo en Políticamente Incorrecto el jueves 4 de febrero a las 9 pm por Facebook Live de El Guardián. Sino a partir del 5 de febrero en nuestro Canal de YouTube Reportajes de El Guardián.
Al regresar el camino fue bondadoso y así cumplimos de descubrir una de las mil maravillas de Costa Rica.
Si vos tenés sugerencias de lugares por descubrir por favor escríbanos al correo electrónico elguardian.cr@gmail.com.